El Día de la Prensa de Los Ángeles Clippers reflejó el mismo sentir que primó en el equipo durante gran parte de la campaña pasada. Los aromas a favoritismo que convierten al plantel en uno de los más competitivos de la liga permanecen intactos este año y el objetivo de sobrepasar la barrera de las semifinales de Conferencia ya solo es un mero obstáculo para llegar a una meta tan suprema como factible en sus mentes: ir a por el campeonato.
Los razonamientos de tal aspiración guardan una lógica aplastante en la teoría: hay equipo, cuerpo técnico y experiencia para llegar a lo más alto. Hay un grupo unido que se mueve al unísono, una familia que convive en armonía dentro y fuera de la cancha con un patriarca, Doc Rivers, acostumbrado a hacer piña y un propietario, Steve Ballmer, que ha insuflado un aire de renovación en la franquicia. Y así, de un suspiro se desinflaron los agobios del tramo final de la temporada pasada. “Ahora hablaremos de básquetbol”, señaló Rivers. “El final de los playoffs fue raro, solo se hacían preguntas de la gerencia y no de baloncesto, como ahora. Nos concentraremos en ser equipo de básquetbol”, apuntó. La tranquilidad se insufla desde arriba, con la presencia de un nuevo dueño que cuenta con las ganas y la motivación suficientes como para erigirse en el nuevo Marc Cuban de la NBA. Y de ahí el resto: la veteranía de Rivers, el liderazgo de Blake Griffin, la calidad de Chris Paul, la fortaleza defensiva de DeAndre Jordan y ese Jamal Crawford vigente Sexto Mejor Hombre al frente de una segunda unidad envidiable que cuenta con un par de piezas que encajan a la perfección en el puzzle de la plantilla. Así construyen este año sus ilusiones los Clippers.
“Estoy entusiasmado. Fue un verano intenso y queremos comenzar el campamento. El año pasado estuve en el mejor equipo de mi carrera. Pasó lo que pasó, pero eso es pasado, debemos aprender y movernos adelante”, afirmó un Paul deseoso de solidificar el proceso que comenzó la campaña pasada en el debut de Rivers en el banquillo de los angelinos y que este año buscará asentarse.
“La fortaleza mental es uno de mis fuertes pero que también quería trabajar en verano. El año pasado como equipo nos dedicamos a conocer el proceso y ahora hay que enamorarse del proceso”, argumentó el armador.
Los jugadores se conocen entre ellos, el cuerpo técnico se entiende con sus pupilos y el sistema de juego goza de un automatismo que tan solo necesita algunas variaciones a tratar. El coach se siente diferente en su segundo año al frente de la nave, la confianza es mayor tras una temporada de relativa adaptación y sus ganas de trabajar y aprender de la campaña anterior permanecen intactas.
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